20 Poemas del Renacimiento ¡Una Mirada a la Época Dorada!

Los poemas del Renacimiento son una muestra del gran florecimiento cultural y artístico que tuvo lugar en Europa durante los siglos XIV al XVI.

poemas del renacimiento

Atrás quedaba la oscuridad de la Edad Media y surgían nuevas corrientes de pensamiento que promovían la belleza, la razón y el humanismo.

Este movimiento literario estuvo influenciado por la antigüedad clásica y se caracterizó por el uso de nuevas formas y temas, como el amor cortés, la naturaleza, la mitología y la exaltación del individuo.

Entre los poetas más influyentes del Renacimiento se encuentra Dante Alighieri, Francesco Petrarca, Miguel de Cervantes, Garcilaso de la Vega, entre otros.

A continuación, te presentamos los poemas del renacimiento más destacados que continúa inspirando a generaciones de poetas y lectores hasta nuestros días.

Poemas del Renacimiento de Autores Destacados

1. “Ojos tristes” de Francesco Petrarca

Ojos tristes, en tanto que yo os lleve
al rostro de quien muerte os da y tormentos
os ruego estéis atentos
que en mal mío os desafía Amor aleve.

La muerte es sólo quien mi pensamiento
cerrar puede el camino que lo adiestra
al dulce puerto que sus males sana;
se oculta en cambio a vos la lumbre vuestra
con más pequeño y pobre impedimento,
pues sois hechos de esencia más liviana.

Y por ello, pues ya se halla cercana,
antes que del llanto halléis la hora
tomad al fin ahora
a tan largo martirio alivio breve.
Francesco Petrarca - poemas

2. “A una señora pasada la mocedad” de Fray Luís de León

Elisa, ya el preciado
cabello que del oro escarnio hacía
la nieve ha variado.
¡Ay! ¿yo no te decía:
"recoge, Elisa, el pie, que vuela el día?"
Ya los que prometían
durar en tu servicio eternamente,
ingratos se desvían
por no mirar la frente
con rugas afeada, el negro diente.
¿Qué tienes del pasado
tiempo sino dolor? ¿cuál es el fruto
que tu labor te ha dado,
si no es tristeza y luto
y el alma hecha sierva a vicio bruto?
¿Qué fe te guarda el vano
por quien tú no guardaste la debida
a tu bien soberano?
¿por quién mal proveída
perdiste de tu seno la querida
prenda? ¿por quién velaste?
¿por quién ardiste en celos? ¿por quién uno
el cielo fatigaste
con gemido importuno?
¿por quién nunca tuviste acuerdo alguno
de ti mesma? Y agora
rico de tus despojos, más ligero
que el ave huye, y adora
a Lida el lisonjero:
tú queda entregada al dolor fiero.
¡Oh cuánto mejor fuera
el don de la hermosura que del cielo
te vino, a cuyo era
habello dado en velo
santo, guardado bien del polvo y suelo!
Mas ahora no hay tardía;
tanto nos es el cielo piadoso
mientras que dura el día;
el pecho hervoroso
en breve del dolor saca reposo.
Que la gentil señora
de Mágdalo, bien que perdidamente
dañada, en breve hora
con el amor ferviente
las llamas apagó del fuego ardiente.
Las llamas del malvado
amor con otro amor más encendido,
y consiguió el estado
que no fué concedido
al huésped arrogante, en bien fingido…
Fray Luís de León - poemas

3. “Soneto X” de Garcilaso de la Vega

¡Oh dulces prendas, por mí mal halladas,
dulces y alegres cuando Dios quería!
Juntas estáis en la memoria mía,
y con ella en mi muerte conjuradas.

¿Quién me dijera, cuando en las pasadas
horas en tanto bien por vos me vía,
que me habíais de ser en algún día
con tan grave dolor representadas?

Pues en un hora junto me llevastes
todo el bien que por términos me distes,
llevadme junto el mal que me dejastes.

Si no, sospecharé que me pusistes
en tantos bienes porque deseastes
verme morir entre memorias tristes.
Garcilaso de la Vega - poemas

4. “Soneto para Helena” de Pierre de Ronsard

Cuando seas muy vieja, de noche, ante una vela,
sentada junto al fuego, devanando e hilvanando,
dirás maravillada, mientras cantas mis versos:
“Ronsard me celebraba en el tiempo que era bella”.

Ya no tendrás la sierva, que oiga esas noticias,
a medias somnolienta y quieta en su labor,
y que vaya a despertarse al escuchar mi nombre
bendiciendo tu nombre con inmortal elogio.

Yo estaré bajo tierra, y fantasma sin huesos,
a la sombra del mirto, tomaré mi reposo;
tú serás junto al fuego una vieja encorvada,

lamentando mi amor y tu desdén altivo.
Vive ahora, creémelo, no esperes a mañana,
y desde hoy mismo coge las rosas de la vida.

5. “Coplas del alma que pena por ver a Dios” de San Juan de la Cruz

Vivo sin vivir en mí
y de tal manera espero,
que muero porque no muero.

1. En mí yo no vivo ya,
y sin Dios vivir no puedo;
pues sin él y sin mí quedo,
este vivir ¿qué será?
Mil muertes se me hará,
pues mi misma vida espero,
muriendo porque no muero.

2. Esta vida que yo vivo
es privación de vivir;
y así, es continuo morir
hasta que viva contigo.
Oye, mi Dios, lo que digo:
que esta vida no la quiero,
que muero porque no muero.

3. Estando ausente de ti
¿qué vida puedo tener,
sino muerte padecer
la mayor que nunca vi?
Lástima tengo de mí,
pues de suerte persevero,
que muero, porque no muero.

4. El pez que del agua sale
aun de alivio no carece,
que en la muerte que padece
al fin la muerte le vale.
¿Qué muerte habrá que se iguale
a mi vivir lastimero,
pues si más vivo más muero?

5. Cuando me pienso aliviar
de verte en el Sacramento,
háceme más sentimiento
el no te poder gozar;
todo es para más penar
por no verte como quiero,
y muero porque no muero.

6. Y si me gozo, Señor,
con esperanza de verte,
en ver que puedo perderte
se me dobla mi dolor;
viviendo en tanto pavor
y esperando como espero,
muérome porque no muero.

7. ¡Sácame de aquesta muerte
mi Dios, y dame la vida;
no me tengas impedida
en este lazo tan fuerte;
mira que peno por verte,
y mi mal es tan entero,
que muero porque no muero.

8. Lloraré mi muerte ya
y lamentaré mi vida,
en tanto que detenida
por mis pecados está.
¡Oh mi Dios!, ¿cuándo será
cuando yo diga de vero:
vivo ya porque no muero?

6. “A la tristeza” de Juan Boscán

Tristeza, pues yo soy tuyo,
tú no dejes de ser mía;
mira bien que me destruyo
sólo en ver que la alegría
presume de hacerme suyo.

¡Oh, tristeza!
que apartarme de contigo
es la más alta crueza
que puedes usar conmigo.
No huyas ni seas tal
que me apartes de tu pena;
soy tu tierra natural,
no me dejes por la ajena
do quizá te querrán mal.

Pero, di:
ya que estoy en tu compañía,
¿cómo gozaré de ti,
que no goce de alegría?
Que el placer de verte en mí,
no hay remedio para echarlo,
¿quién jamás estuvo así?
que de ver que en ti me hallo,
me hallo que estoy sin ti.

¡Oh ventura!
¡Oh amor, que tú hiciste
que el placer de mi tristura
me quitase de ser triste!
Pues me das por mi dolor
el placer que en ti no tienes,
porque te sienta mayor,
no vengas, que si no vienes,
entonces verás mejor.
Pues me places,
vete ya, que en tu ausencia
sentiré yo lo que haces
mucho más que en tu presencia.
Juan Boscán - poemas

7. “La cabellera cortada” de Gutiérre de Cetina

¿Son éstos los rubísimos cabellos
que ya bajando en trenzas elegantes,
ya llovidos de perlas y diamantes,
ya al aura sueltos, eran siempre bellos?

¡Ah!¿Quién los pudo separar de aquellos
vivos marfiles que ceñían antes,
del más bello de todos los semblantes,
de sus hermanos más felices que ellos?

Médico indocto, ¿fue el remedio solo
que hallaste, el arrancar con vil tijera
tan rico pelo de tan noble frente?

Pero sin duda te lo impuso Apolo
para que así no quede cabellera
que con la suya competir intente.

8. “Imitación de Diversos” de Fray Luis de León

Vuestra tirana exención
y ese vuestro cuello erguido
estoy cierto que Cupido
pondrá en dura sujeción.
Vivid esquiva y exenta;
que a mi cuenta
vos serviréis al amor
cuando de vuestro dolor
ninguno quiera hacer cuenta.

Cuando la dorada cumbre
fuere de nieve esparcida
y la dos luces de vida
recogieren ya su lumbre;
cuando la ruga enojosa
en la hermosa
frente y cara se mostrare
y el tiempo que vuela helare
esa fresca y linda rosa;

cuando os viéredes perdida
os perderéis por querer,
sentiréis qué es padecer,
querer y no ser querida.
Diréis con dolor, señora,
cada hora:
¡Quién tuviera, ay, sin ventura,
o agora aquella hermosura,
o antes el amor de agora!

A mil gentes que agraviadas
tenéis con vuestra porfía
dexaréis en aquel día
alegres y bien vengadas.
Y por mil partes volando,
publicando
el amor irá este cuento,
para aviso y escarmiento
de quien huye de su bando.

¡Ay!, por Dios, señora bella,
mirad por vos, mientras dura
esa flor graciosa y pura,
que el no gozalla es perdella,
y pues no menos discreta
y perfeta
sois que bella y desdeñosa,
mirad que ninguna cosa
hay que a amor no esté sujeta.

El amor gobierna el cielo
con ley dulce eternamente,
¿y pensáis vos ser valiente
contra él acá en el suelo?
Da movimiento y viveza
a belleza
el amor, y es dulce vida;
y la suerte más valida
sin él es triste pobreza.

¿Qué vale el beber en oro,
el vestir seda y brocado,
el techo rico labrado,
los montones de tesoro?
¿Y qué vale si a derecho
os da pecho
el mundo todo y adora,
si a la fin dormís, señora,
en el solo y frío lecho?

9. “Llama de amor viva” de San Juan de la Cruz

¡O llama de amor viva
que tiernamente hieres
de mi alma en el más profundo centro!
Pues ya no eres esquiva
acaba ya si quieres,
¡rompe la tela de este dulce encuentro!

¡O cauterio süave!
¡O regalada llaga!
¡O mano blanda! ¡O toque delicado
que a vida eterna sabe
y toda deuda paga!
Matando, muerte en vida has trocado.

¡O lámparas de fuego
en cuyos resplandores
las profundas cavernas del sentido,
que estaba oscuro y ciego,
con estraños primores
color y luz dan junto a su querido!

¡Cuán manso y amoroso
recuerdas en mi seno
donde secretamente solo moras,
y en tu aspirar sabroso
de bien y gloria lleno,
cuán delicadamente me enamoras.
Llama de amor viva - San Juan de la Cruz

10. “En la huerta nasce la rosa” de Juan Boscán

En la huerta nasce la rosa:
quiérome ir allá,
por mirar al ruiseñor
cómo cantabá.

Por las riberas del río
limones coge la virgo:
quiérome ir allá,
por mirar al ruiseñor
cómo cantabá.

Limones cogía la virgo
para dar al su amigo:
quiérome ir allá,
para ver al ruiseñor
cómo cantabá.

Para dar al su amigo
en un sombrero de sirgo:
quiérome ir allá,
para ver al ruiseñor
cómo cantabá.

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