Los poemas del Renacimiento son una muestra del gran florecimiento cultural y artístico que tuvo lugar en Europa durante los siglos XIV al XVI.
Atrás quedaba la oscuridad de la Edad Media y surgían nuevas corrientes de pensamiento que promovían la belleza, la razón y el humanismo.
Este movimiento literario estuvo influenciado por la antigüedad clásica y se caracterizó por el uso de nuevas formas y temas, como el amor cortés, la naturaleza, la mitología y la exaltación del individuo.
Entre los poetas más influyentes del Renacimiento se encuentra Dante Alighieri, Francesco Petrarca, Miguel de Cervantes, Garcilaso de la Vega, entre otros.
A continuación, te presentamos los poemas del renacimiento más destacados que continúa inspirando a generaciones de poetas y lectores hasta nuestros días.
Índice de contenidos
- 1 Poemas del Renacimiento de Autores Destacados
- 1.1 1. “Ojos tristes” de Francesco Petrarca
- 1.2 2. “A una señora pasada la mocedad” de Fray Luís de León
- 1.3 3. “Soneto X” de Garcilaso de la Vega
- 1.4 4. “Soneto para Helena” de Pierre de Ronsard
- 1.5 5. “Coplas del alma que pena por ver a Dios” de San Juan de la Cruz
- 1.6 6. “A la tristeza” de Juan Boscán
- 1.7 7. “La cabellera cortada” de Gutiérre de Cetina
- 1.8 8. “Imitación de Diversos” de Fray Luis de León
- 1.9 9. “Llama de amor viva” de San Juan de la Cruz
- 1.10 10. “En la huerta nasce la rosa” de Juan Boscán
Poemas del Renacimiento de Autores Destacados
1. “Ojos tristes” de Francesco Petrarca
Ojos tristes, en tanto que yo os lleve al rostro de quien muerte os da y tormentos os ruego estéis atentos que en mal mío os desafía Amor aleve. La muerte es sólo quien mi pensamiento cerrar puede el camino que lo adiestra al dulce puerto que sus males sana; se oculta en cambio a vos la lumbre vuestra con más pequeño y pobre impedimento, pues sois hechos de esencia más liviana. Y por ello, pues ya se halla cercana, antes que del llanto halléis la hora tomad al fin ahora a tan largo martirio alivio breve.
2. “A una señora pasada la mocedad” de Fray Luís de León
Elisa, ya el preciado cabello que del oro escarnio hacía la nieve ha variado. ¡Ay! ¿yo no te decía: "recoge, Elisa, el pie, que vuela el día?" Ya los que prometían durar en tu servicio eternamente, ingratos se desvían por no mirar la frente con rugas afeada, el negro diente. ¿Qué tienes del pasado tiempo sino dolor? ¿cuál es el fruto que tu labor te ha dado, si no es tristeza y luto y el alma hecha sierva a vicio bruto? ¿Qué fe te guarda el vano por quien tú no guardaste la debida a tu bien soberano? ¿por quién mal proveída perdiste de tu seno la querida prenda? ¿por quién velaste? ¿por quién ardiste en celos? ¿por quién uno el cielo fatigaste con gemido importuno? ¿por quién nunca tuviste acuerdo alguno de ti mesma? Y agora rico de tus despojos, más ligero que el ave huye, y adora a Lida el lisonjero: tú queda entregada al dolor fiero. ¡Oh cuánto mejor fuera el don de la hermosura que del cielo te vino, a cuyo era habello dado en velo santo, guardado bien del polvo y suelo! Mas ahora no hay tardía; tanto nos es el cielo piadoso mientras que dura el día; el pecho hervoroso en breve del dolor saca reposo. Que la gentil señora de Mágdalo, bien que perdidamente dañada, en breve hora con el amor ferviente las llamas apagó del fuego ardiente. Las llamas del malvado amor con otro amor más encendido, y consiguió el estado que no fué concedido al huésped arrogante, en bien fingido…
3. “Soneto X” de Garcilaso de la Vega
¡Oh dulces prendas, por mí mal halladas, dulces y alegres cuando Dios quería! Juntas estáis en la memoria mía, y con ella en mi muerte conjuradas. ¿Quién me dijera, cuando en las pasadas horas en tanto bien por vos me vía, que me habíais de ser en algún día con tan grave dolor representadas? Pues en un hora junto me llevastes todo el bien que por términos me distes, llevadme junto el mal que me dejastes. Si no, sospecharé que me pusistes en tantos bienes porque deseastes verme morir entre memorias tristes.
4. “Soneto para Helena” de Pierre de Ronsard
Cuando seas muy vieja, de noche, ante una vela, sentada junto al fuego, devanando e hilvanando, dirás maravillada, mientras cantas mis versos: “Ronsard me celebraba en el tiempo que era bella”. Ya no tendrás la sierva, que oiga esas noticias, a medias somnolienta y quieta en su labor, y que vaya a despertarse al escuchar mi nombre bendiciendo tu nombre con inmortal elogio. Yo estaré bajo tierra, y fantasma sin huesos, a la sombra del mirto, tomaré mi reposo; tú serás junto al fuego una vieja encorvada, lamentando mi amor y tu desdén altivo. Vive ahora, creémelo, no esperes a mañana, y desde hoy mismo coge las rosas de la vida.
5. “Coplas del alma que pena por ver a Dios” de San Juan de la Cruz
Vivo sin vivir en mí y de tal manera espero, que muero porque no muero. 1. En mí yo no vivo ya, y sin Dios vivir no puedo; pues sin él y sin mí quedo, este vivir ¿qué será? Mil muertes se me hará, pues mi misma vida espero, muriendo porque no muero. 2. Esta vida que yo vivo es privación de vivir; y así, es continuo morir hasta que viva contigo. Oye, mi Dios, lo que digo: que esta vida no la quiero, que muero porque no muero. 3. Estando ausente de ti ¿qué vida puedo tener, sino muerte padecer la mayor que nunca vi? Lástima tengo de mí, pues de suerte persevero, que muero, porque no muero. 4. El pez que del agua sale aun de alivio no carece, que en la muerte que padece al fin la muerte le vale. ¿Qué muerte habrá que se iguale a mi vivir lastimero, pues si más vivo más muero? 5. Cuando me pienso aliviar de verte en el Sacramento, háceme más sentimiento el no te poder gozar; todo es para más penar por no verte como quiero, y muero porque no muero. 6. Y si me gozo, Señor, con esperanza de verte, en ver que puedo perderte se me dobla mi dolor; viviendo en tanto pavor y esperando como espero, muérome porque no muero. 7. ¡Sácame de aquesta muerte mi Dios, y dame la vida; no me tengas impedida en este lazo tan fuerte; mira que peno por verte, y mi mal es tan entero, que muero porque no muero. 8. Lloraré mi muerte ya y lamentaré mi vida, en tanto que detenida por mis pecados está. ¡Oh mi Dios!, ¿cuándo será cuando yo diga de vero: vivo ya porque no muero?
6. “A la tristeza” de Juan Boscán
Tristeza, pues yo soy tuyo, tú no dejes de ser mía; mira bien que me destruyo sólo en ver que la alegría presume de hacerme suyo. ¡Oh, tristeza! que apartarme de contigo es la más alta crueza que puedes usar conmigo. No huyas ni seas tal que me apartes de tu pena; soy tu tierra natural, no me dejes por la ajena do quizá te querrán mal. Pero, di: ya que estoy en tu compañía, ¿cómo gozaré de ti, que no goce de alegría? Que el placer de verte en mí, no hay remedio para echarlo, ¿quién jamás estuvo así? que de ver que en ti me hallo, me hallo que estoy sin ti. ¡Oh ventura! ¡Oh amor, que tú hiciste que el placer de mi tristura me quitase de ser triste! Pues me das por mi dolor el placer que en ti no tienes, porque te sienta mayor, no vengas, que si no vienes, entonces verás mejor. Pues me places, vete ya, que en tu ausencia sentiré yo lo que haces mucho más que en tu presencia.
7. “La cabellera cortada” de Gutiérre de Cetina
¿Son éstos los rubísimos cabellos que ya bajando en trenzas elegantes, ya llovidos de perlas y diamantes, ya al aura sueltos, eran siempre bellos? ¡Ah!¿Quién los pudo separar de aquellos vivos marfiles que ceñían antes, del más bello de todos los semblantes, de sus hermanos más felices que ellos? Médico indocto, ¿fue el remedio solo que hallaste, el arrancar con vil tijera tan rico pelo de tan noble frente? Pero sin duda te lo impuso Apolo para que así no quede cabellera que con la suya competir intente.
8. “Imitación de Diversos” de Fray Luis de León
Vuestra tirana exención y ese vuestro cuello erguido estoy cierto que Cupido pondrá en dura sujeción. Vivid esquiva y exenta; que a mi cuenta vos serviréis al amor cuando de vuestro dolor ninguno quiera hacer cuenta. Cuando la dorada cumbre fuere de nieve esparcida y la dos luces de vida recogieren ya su lumbre; cuando la ruga enojosa en la hermosa frente y cara se mostrare y el tiempo que vuela helare esa fresca y linda rosa; cuando os viéredes perdida os perderéis por querer, sentiréis qué es padecer, querer y no ser querida. Diréis con dolor, señora, cada hora: ¡Quién tuviera, ay, sin ventura, o agora aquella hermosura, o antes el amor de agora! A mil gentes que agraviadas tenéis con vuestra porfía dexaréis en aquel día alegres y bien vengadas. Y por mil partes volando, publicando el amor irá este cuento, para aviso y escarmiento de quien huye de su bando. ¡Ay!, por Dios, señora bella, mirad por vos, mientras dura esa flor graciosa y pura, que el no gozalla es perdella, y pues no menos discreta y perfeta sois que bella y desdeñosa, mirad que ninguna cosa hay que a amor no esté sujeta. El amor gobierna el cielo con ley dulce eternamente, ¿y pensáis vos ser valiente contra él acá en el suelo? Da movimiento y viveza a belleza el amor, y es dulce vida; y la suerte más valida sin él es triste pobreza. ¿Qué vale el beber en oro, el vestir seda y brocado, el techo rico labrado, los montones de tesoro? ¿Y qué vale si a derecho os da pecho el mundo todo y adora, si a la fin dormís, señora, en el solo y frío lecho?
9. “Llama de amor viva” de San Juan de la Cruz
¡O llama de amor viva que tiernamente hieres de mi alma en el más profundo centro! Pues ya no eres esquiva acaba ya si quieres, ¡rompe la tela de este dulce encuentro! ¡O cauterio süave! ¡O regalada llaga! ¡O mano blanda! ¡O toque delicado que a vida eterna sabe y toda deuda paga! Matando, muerte en vida has trocado. ¡O lámparas de fuego en cuyos resplandores las profundas cavernas del sentido, que estaba oscuro y ciego, con estraños primores color y luz dan junto a su querido! ¡Cuán manso y amoroso recuerdas en mi seno donde secretamente solo moras, y en tu aspirar sabroso de bien y gloria lleno, cuán delicadamente me enamoras.
10. “En la huerta nasce la rosa” de Juan Boscán
En la huerta nasce la rosa: quiérome ir allá, por mirar al ruiseñor cómo cantabá. Por las riberas del río limones coge la virgo: quiérome ir allá, por mirar al ruiseñor cómo cantabá. Limones cogía la virgo para dar al su amigo: quiérome ir allá, para ver al ruiseñor cómo cantabá. Para dar al su amigo en un sombrero de sirgo: quiérome ir allá, para ver al ruiseñor cómo cantabá.
Vea también:
- Poemas con figuras retóricas
- Poemas de amor en inglés
- Poemas de buenas noches
- Poemas de amistad cortos